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POEMAS URGENTES INVENTARIO / ESPERANZA ZC - 2018

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Inventario Del libro “Poemas Urgentes“ - ©Todos los derechos de autor reservados Texto y voz: Esperanza zc Música: As I Figure - Latinesque de Kevin MacLeod está sujeta a una licencia de Creative Commons Attribution () Fuente: Artista: INVENTARIO 04/09/2018 La cómoda cama, la pared vacía. En un rincón del cuarto, el cuadro de un pintor que había muerto hacía poco, que tenía un mundo propio, extraño y hermoso en su cabeza. De día en la pared, de noche en el suelo. Temía que temblara la tierra, que el cuadro cayera y el vidrio se rompiera en mil pedazos, sobre ella. La pequeña habitación, la mesa que ya no era blanca, con rayones oscuros, recuerdo de maquetas de arquitectura. Tres libros que aún no terminaba de leer. Un cuaderno de dibujo, sin dibujos. La pintura del rostro de la nieta sobre el cuaderno. El calendario traído de París, que marcaba los días de Septiembre, con la imagen del caballo de Leonardo Da Vinci. Un closet sin ropa ni zapatos y sobre él una caja cerrada herméticamente, que contenía dos cuadros, copias de pinturas de Guayasamin. Uno triste, café-anaranjado, profundo, amoroso; el otro un rostro, azul-verde-blanco, alegre, esperanzador. La alegría y la tristeza. Lo que llenaba su corazón. A veces reía sola, a veces lloraba en las noches. El mueble de la nieta, que no había recogido en días, en años ya. Tres cajoncitos de colores vacíos de juguetes y libros y un colchón enrollable para hacer ejercicio una vez al año. La silla vieja, destartalada recordándole un poco el cuadro del cuarto de Van Gogh. Las cobijas desordenadas y ella en una esquina, leyendo El examen de Cortázar, que tenía que releer para entender. Cortázar tan poco convencional, tan imprevisible. Sus laberintos hermosos y sus salidas locas. El maremágnum que armaba en su cabeza y desbarataba lo preconcebido, el nuevo mundo que le planteaba, el pensamiento desenrollando sus intrincados vuelos y los finales inesperados. Cada palabra, cada idea, la imagen creándose y transformándose, la inteligencia en su máxima expresión. Un corazón saltando nuevamente, un corazón vivo, marcando el paso del tiempo, como tambor leguero. Una sonrisa, esa luz en sus ojos, que había puesto él, sin saberlo, como siempre. Una dulzura, un placer secreto, un intangible, como decían los comerciantes de sueños. Un intangible que había hecho que ella fuera mujer otra vez. Su feminidad y su entorno, hermosamente simples. Todo en su sitio como si él estuviera presente. Los cuadros, las plantas, los sillones viejos, la mesa, el ordenador, donde solía pasar horas escribiendo. Los tapices sobre las paredes blancas, los hilos que trenzarían sus manos para formar un dibujo que adornaría una casa extraña. Y el corazón latiendo. Todo en su sitio y el corazón volando, soñando, sin suelo firme que lo sostuviera. Y las lágrimas, que brotaban inesperadas, cuando sentía que había estado muerta por más de diez años. Y en contraste, los colores, la luz, los ojos, la sonrisa, el rostro flotando en su habitación como el gato de Alicia. Las manos, que veía aun cerrando sus ojos, manos anheladas que imaginaba recorriéndola de la cabeza a los pies, con la ternura y la calidez de la lentitud sin horas. En la mañana había lavado su cuerpo, sin prisa. El agua tibia hizo surcos en su piel, formando ríos pequeños que arrastraron a su paso los amores viejos. Mujer-mariposa, alas de alondra en celo. Candidez de la primera vez. No era la muerte, era el amor, como en el cuento de MARÍA la prostituta vieja de García Márquez.

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