Intensas precipitaciones azotaron el 22 de marzo los estados brasileños de Río de Janeiro y Espírito Santo, en la región sureste, transformando vías urbanas en caudales, anegando propiedades, desplazando a cientos hacia zonas seguras, dejando una docena de muertos. Registros compartidos en plataformas digitales evidencian ríos urbanos, arrastrando vehículos a su paso por distintas localidades. Se muestran inundaciones en plantas bajas habitacionales. Además, se difundieron grabaciones sobre deslaves y acumulaciones de residuos de construcciones y elementos urbanos obstruyendo arterias viales tras la disminución del nivel del agua.
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