Cuando Andrés Ruzo era un niño, su abuelo le contaba cuentos sobre una legendaria ciudad de oro en el corazón de la selva peruana. Aunque nunca creyó que las historias fueran ciertas, la leyenda de la ciudad perdida se quedó con él hasta la edad adulta. Años más tarde, como científico geotérmico, Ruzo decidió investigar. Para su sorpresa, descubrió un río suspicaz en lo profundo del Amazonas, con agua lo suficientemente caliente como para matar a un humano. Históricamente, lugar de peregrinaje para chamanes
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