Tiene una personalidad guerrera. “De lo contrario, en este mundo, te hunden”, asegura. Bromas aparte sobre su afición a tirar con Kaláshnikov en el campo para desahogarse, la cantante rusa sabe jugar sus bazas. No se puede decir que haya sucumbido absolutamente a la órbita de quienes han querido apadrinarla. Poco a poco ha ido conquistando su bien ganada independencia. Ya sus mentores sacan más provecho de contar ellos con su colaboración que al contrario. La han ayudado y apoyado a fondo en su carrera figuras tan dispares como la de Valeri Gérgiev, Peter Gelb, Plácido Domingo o Daniel Barenboim. El primero la descubrió como director del teatro Mariinski de San Petersburgo. Cuenta la leyenda cenicientesca que ella limpiaba suelos en los pasillos y la escuchó cantar fregona en mano… “Ay, estoy harta de esa historia, además no es del todo cierta. Es verdad que yo limpiaba, pero Gérgiev me descubrió tras haber ganado un concurso”. El zar la adoptó, pero tras su éxito en Salzburgo pasó a otras dimensiones. La de Domingo, con quien ha cantado Juana de Arco en esta pasada edición del festival; la de Barenboim, a quien adora y va a ver actuar en cualquier parte si coinciden en la misma ciudad: “Ahora me ha retado para hacer juntos las últimas cuatro canciones de Strauss, Dios mío”. Pero principalmente la del todopoderoso Peter Gelb. El director del Metropolitan de Nueva York la tiene en palmitas. Netrebko es una de las grandes divas para sus proyectos en su paso por la institución. La soprano tiene un gran tirón con el público. Y laaaaaaaaaaaaaaaaargo recorrido...
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