Es sobre las diez de la noche de la víspera de San Juan, cuando se prende fuego a una pira cuadrada de leña de roble mercada por el Ayuntamiento. Antaño era tradición que la leña se trajera del cercano pueblo de Sarnago. El lugar es el anfiteatro o plaza anexo a la ermita de la Virgen de la Peña. Su imagen apareció sobre un espino que jamás se secaba y pertenece, por ello, y pese a su posterior advocación, al grupo de las Vírgenes del Espino, tan frecuentemente unidas a lugares con presencia templaria. Es muy milagrera y se conservan testimonios escritos de algunas curaciones suyas de gran renombre. Precisamente muchos de los que pasarán el fuego lo hacen debido a promesas realizadas a esta imagen. Cuando la leña se ha consumido uniformemente, al cabo de hora u hora y media, se comienza a extender con cuidado la alfombra de ascuas. Antes de poner la leña se habrá inspeccionado el terreno para evitar la presencia de piedras u objetos metálicos. La causa de esta precaución es que tales objetos son susceptibles de acumular el calor y quemar los pies de los “pasadores“. El fuego lo pasan sólo los del pueblo. No porque ninguna ley, escrita o no, lo prohiba, ni tampoco porque a nadie se le impida el probar suerte sino porque no abundan los voluntarios foráneos. Los de fuera se queman, suele ser la frase con que acaban todas las discusiones sobre el tema. Un cura de los de antes de la guerra, quiso pasarlo para demostrar a sus fieles que no había milagro ni prodigio alguno en ello, sino truco o especial artimaña que él había descubierto. Había que pisar, peroraba, de cierta y especial manera que había aprendido de ver pasar a los demás. Y allá fue el Mosén, probando suerte y siendo tenido que llevar a escape al dispensario más próximo donde se le apreciaron quemaduras de tercer grado en los caireles. Una mocita francesa, quizá por aquello de que en su país también la pasaban en tiempos, volvió sola al lugar de autos cuando ya todos habían marchado y trató de pasar la hoguera. A sus gritos de dolor regresaron los sampedranos que hubieron de facturarla a la capital hecha un cristo.
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