Bombas y proyectiles caían a diestra y siniestra de este templo ortodoxo. Pero ninguna bomba de los nacionalistas ucranianos logró dar en el blanco. El templo sigue intacto por misericordia divina, según aseguran los lugareños. Hace 30 años, Nikolái Tarásenko emprendió su construcción como parte de una búsqueda espiritual. No obstante, la obra trascendió los límites de Lugansk: personas de todo el mundo contribuyeron a erigirlo y los que allí acuden lo describen como un lugar que sana el alma.
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