Al caer el telón, entre bambalinas, siempre surge una batalla de divas. Los contendientes, en este caso, los dos partidos mayoritarios del teatro político español: PP y PSOE. La inminencia de las elecciones generales activó la maquinaria mediática y, apenas unas horas después de la masacre, los medios habían tomado partido por su diva predilecta. El grupo PRISA, encarnado en la Cadena SER, el diario El País y la televisión CNN , trabajaron para extender la versión del atentado yihadista, castigo de Al Qaeda a Aznar por la participación en la guerra de Iraq. El grupo Vocento y su diario ABC, para sorpresa de muchos, acabaron adhiriéndose a esta tesis. Desde El Mundo y COPE, Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos, respectivamente, exponían sus dudas a la versión oficial, consolidada una vez los socialistas vencieron en los comicios y formaron Gobierno. Otros actores independientes, como Fernando Múgica y Luis del Pino crearon blogs y plataformas rechazando las conclusiones que el ‘mainstream’ pro(im)ponía. La asunción de una versión por parte de la ciudadanía era vital para las divas: desde el Gobierno del PP se atribuyó inicialmente el atentado a ETA. El PSOE pronto entendió la importancia de vincular la masacre y la guerra de Iraq. Todo esto explicaría la actuación de las terminales mediáticas. En aquellos días se habló de muchas cosas, como capas de calzoncillos, afeites rituales yihadísticos, cintas de ‘casette’ con versos del Corán, suicidas en los vagones… No todo lo que se dijo estaba confirmado. Esta batalla se llevó por delante carreras políticas y periodísticas. Y aupó otras, como era de esperar. La dicotomía, la simplificación y la reducción siempre han funcionado en política. No obstante, el tiempo pasaría y otros actores comenzarían a airear dudas y proponer explicaciones alternativas a lo que pudo haber pasado…
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