Hay muchos frentes abiertos. Entra la ‘Operación Espadas de Hierro’ en su día 33 y no hay indicio alguno de que Israel vaya a aflojar o a dejar que se escapen el siniestro Yahya Sinwar y los terroristas de Hamas que se esconden en los túneles de Gaza. Ha caído en Portugal el primer ministro Antonio Costa, porque a su sombra y al estilo de los EREs andaluces, se han forrado unos cuantos gerifaltes socialistas. Crecen las manifestaciones ante las sedes del PSOE y siguen el ministro Marlaska y sus cuates ordenando a la Policía cargar contra los manifestantes con esas pelotas de goma y esos botes de gas lacrimógeno, que no usan contra los violentos antisistema y los fanáticos de los CDR catalanes, porque hacen demasiada pupa. Tenemos los periodistas faena para hartarnos, pero coincidirán conmigo que el asunto fundamental, el que pone de los nervios a Sánchez y su cuadrilla, es cuántas días más les tendrá Puigdemont a cuatro patas, suplicando que les de el placet y permita al jefe del PSOE renovar como ‘okupante’ de La Moncloa. No comparto la tesis de los que pronostican que el fugado romperá la baraja y forzará repetición de elecciones generales, para que el follón sea más grande y el despelote mayor. Mi vaticinio es que mantendrá de rodillas a Sánchez hasta el último minuto y al final, para dejar patente que es es él quien manda y que todos bailan al son que toca el separatismo trabucaire, autorizará la reedición del Gobierno Frankenstein. La última hazaña de la Audiencia Nacional, imputando un delito de terrorismo por su complicidad con aquel engendro que llamaban ‘Tsunami Democratic’, tiene mosqueado al fugado, pero esta panda de racistas ya sabe que los socialistas se saltarán la Ley y tragarán lo que haga falta para allanarles el camino y que no se enfaden. La pregunta, españoles, no es qué más concederá el traidor Sánchez y en que otros asuntos claudicará el pringoso PSOE, para poder seguir chupando del frasco. El interrogante, el enigma, el misterio, la cuestión es qué más exigirá Puigdemont. Porque si pide que le lleven a Waterloo a la mujer de Sánchez, envuelta en celofán y con un lazo rosa, se la llevan.
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