Este relato posee dos características curiosas. La primera es que, por fin, la agradable señora Hudson, a la que Watson describe como “una mujer de inmensa paciencia“, tiene cierto protagonismo en el relato. En segundo lugar, Sherlock Holmes resuelve el caso sin abandonar sus habitaciones de Baker Street. Un día brumoso de noviembre, durante el segundo año de vida matrimonial del doctor Watson, la señora Hudson visita al doctor, alarmada ante el estado de salud de Holmes. Una extraña enfermedad asiática está acabando con la vida del detective. Cuando Watson llega al 221-B de Baker Street, se encuentra a Holmes delirando, víctima de una extraña enfermedad de los culis de Sumatra, inevitablemente mortal y horriblemente contagiosa.
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