Se descarta que Pablo Iglesias vuelva a dejarse coleta. También que retorne al piso VPP de Vallecas, abandonando su mansión, con piscina y cabaña de invitados. Pero crecen los rumores de que, empujado por un ego más grande que la inclinada Torre de Pisa, ha comunicado ya a sus íntimos que retorna para arreglar las cosas. Se considera el mesías de la izquierda y anda diciendo que su gran oportunidad llegará en cuanto el socialista Sánchez salga escopetado de La Moncloa. Según sus cálculos, con los que coinciden los rebuznadores Monedero y Echenique, apenas gane el centroderecha las próximas generales y Feijóo y Abascal formen Gobierno, el PSOE entrará en shock y él tendrá sencillo convertirse en el cabecilla de la oposición, en el catalizador de huelgas y algaradas, en la esperanza morada de todos los progres. Eso para después del 23J. Ahora, lo urgente, lo primordial es colocar a su mujer, porque tal como se ha puesto el panorama, Irene Montero corre el riesgo de quedarse compuesta y sin puesto. No se confundan, no se dejen engañar por las palabras solemnes y los ampulosos gestos de la panda de ineptos, sectarios y facinerosos afiliados a Podemos, Sumar, Más no se que y compañía. El enfrentamiento caníbal en la extrema izquierda sólo tiene que ver con un verbo: pillar. Y para pillar y seguir chupando del frasco, cobrando un buen sueldo, disfrutar del coche oficial, la tablet, el iPhone y los chollos, hay que ir en uno de los puestos de arriba de las listas este 23 de julio. La farsa de ‘consultar a las bases’, que se ha sacado de la manga Iglesias en el último minuto, no es nueva. La utilizó como coartada para cambiar los estatutos de Podemos y que los capos de la banda pudieran cobrar en varios sitios y para justificar la compra de una dacha en esa sierra madrileña, que tanto había estigmatizado como refugio de ricos. Ahora ha sido para intentar imponer a la parienta en un lugar privilegiado del catálogo. No es que el matrimonio Iglesias-Montero corra peligro de quedarse a dos velas, obligado a sobrevivir con un sueldo de profesor pelado y una pensión de alto cargo, pero seguro que añoran los tiempos de vicepresidente y ministra, cuando Teresa Arévalo hacía de niñera pagada con nivel 30 en la Administración del Estado, ella promulgaba leyes desquiciadas, él susurraba al oído del faraón Sánchez, tenían 20 guardias civiles haciendo de ‘securatas’ y los periodistas les hacían reverencias. Tiene que doler al ‘macho alfa’ ver que, de la multitud de amigas, amantes y subalternas que enchufó, apenas le guardan respeto un par de ellas. Dicho esto, no piensen alborozados que Podemos se extingue, porque Sumar es la misma mierda, con otro nombre y alguna mosca diferente.
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