Si hace unas décadas te dabas un paseo por los campos de Alamogordo, en el estado de Nuevo México, podías encontrarte en el suelo unos curiosos guijarros grumosos de color verde grisáceo, pequeños, de unos pocos gramos y apenas un centímetro de grosor. Lo más curioso no era sin embargo su forma, peso o aspecto vidrioso. Ni siquiera su tonalidad, que en algunos casos incluía motas rojizas. Si algo tenían de especial es que no eran minerales al uso, sino más bien residuos. Y tampoco de cualquier tipo. Aquellas gemas eran restos del suelo que se fusionó en 1945 durante la prueba Trinity, que ahora recuerda la película 'Oppenheimer'.
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