El 22 de septiembre de 1980, casi más de un año después de la victoria de la Revolución Islámica de Irán, el régimen del dictador iraquí Sadam Husein, con el apoyo multilateral de las potencias hegemónicas del mundo y el respaldo de los países árabes ribereños del Golfo Pérsico, invadió el territorio iraní con el objetivo de derrocar a la recién nacida República Islámica.
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