Cada año, Semana Santa se celebra en fechas distintas. Puede ser en marzo, puede ser en abril, puede ser, como este año, en ambos meses. Y sin distinción de los días, el hormiguero que era Peñas Blancas, en la frontera entre Nicaragua y Costa Rica, se alborotaba. Cientos de turistas costarricenses y extranjeros decidían cruzar a Nicaragua para sumergirse en las aguas de San Juan del Sur, a un paso de la frontera. Miles de nicas y ticos, en uno u otro territorio, para quienes estos días libres significaban reencontrarse al otro lado con su gente, su familia, sus amigos. Todos apiñados en filas interminables a la espera de sellos de viaje. El hormiguero lo completaban quienes permanecían ahí todo el tiempo: rosquilleras nicas decididas a convencer a cada viajero de comprarles mínimo una bolsita, cambiadores o cambistas con sus rollos de dólares, córdobas y colones listos para hacer matemática mental y darle a los turistas la moneda
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