El hallazgo de una bolsa con 12 kilos de Goma2-ECO en las vías del AVE Madrid-Sevilla, a la altura de Mocejón, y la fortuita identificación de un teléfono por parte de un Inspector de Policía dirigen la investigación a un piso ubicado en Leganés que podría ser el refugio de los terroristas. El 3 de abril, tres semanas después de los atentados, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad sitian el lugar, desalojando a los demás vecinos de la finca y estableciendo dos cordones de seguridad. El operativo se alarga durante seis horas, tras las cuales un artefacto explota en el interior de la vivienda y se lleva la vida de siete terroristas y, tristemente, la del GEO Francisco Javier Torronteras, hasta la fecha primer y único integrante del Grupo Especial caído en acto de servicio. El episodio del piso de Leganés, como viene siendo costumbre en este caso, abre otro sinfín de interrogantes: no se encontraron casquillos percutidos en el inmueble, pese a que se oyeron tiros durante el asedio; se envió un fax y se produjeron varias llamadas desde la vivienda, aunque la Policía había instalado inhibidores; ¿cómo pudo encontrarse a toda la banda reunida en el piso, cuando llevaba semanas desaparecida? El único sospechoso que escapó a este asedio fue Abdelmajib Bouchard, al que el Tribunal no consideró responsable de los hechos, a diferencia de sus fallecidos ‘cómplices’. Pero todo puede volverse más extraño y mucho más sórdido. Días después del entierro del agente Torronteras, se supo que su tumba había sido profanada. El cuerpo fue exhumado y maltratado con un pico y una pala, para después prenderle fuego. ¿Tenían los profanadores intención de dificultar su identificación? ¿o era una especie de venganza ‘post mortem’ como algunos medios defendieron? Estas no son sino más preguntas que se suman a la larga lista que nos acompaña desde marzo de 2004.
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