Durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial los científicos del Nazis consiguieron el cadáver del monstruo de Frankenstein y extirparon su corazón, el cual viajó misteriosamente a Japón y sirvió como órgano para un trasplante a un joven que se estaba reponiendo de las radiaciones atómicas de la bomba; el resultado fue un monstruoso ser que comenzó a crecer de tamaño y alcanzar dimensiones exorbitantes.
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