Cuando unos turistas japoneses están contemplando, en la actualidad, “La maja desnuda“ en el Museo del Prado, el lienzo empieza a rajarse como si lo estuvieran acuchillando hasta quedar destrozado. En realidad, alguien lo está destrozando en el propio estudio de Goya en 1799, lo que hace que suenen todas las alarmas en el Ministerio. La patrulla viaja hasta allí para averiguar qué ha pasado y, sobre todo, para que Goya vuelva a pintar el lienzo. Por si la misión falla, Salvador ordena a Velázquez que haga una copia del cuadro, lo cual no sienta especialmente bien al autor de Las Meninas. Él hubiera preferido viajar con la patrulla y conocer a Goya, junto a Picasso y él mismo (según su opinión) la Santísima Trinidad de la pintura española.
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