Dejar que Dios nos transforme requiere de una disposición interior a aceptar la voluntad de Dios en nuestras vidas y a entregarnos a su amor y misericordia. Como cristianos, creemos que Dios nos creó a su imagen y semejanza, pero también reconocemos que el pecado original y nuestras propias debilidades y limitaciones nos alejan de la plenitud de la vida en Dios. Es por eso que necesitamos la gracia de Dios para transformarnos y hacernos santos. Una de las formas en que podemos permitir que Dios nos transforme es a través de la oración. En la oración, nos abrimos a la presencia de Dios en nuestras vidas y le pedimos su guía y ayuda para crecer en santidad. San Pablo nos enseña en Romanos 12:2 que debemos renovar nuestra mente y ser transformados por la renovación de nuestro entendimiento. Esto significa que necesitamos permitir que la sabiduría y la luz de Dios transformen nuestra forma de pensar y de vivir. Otra forma en que podemos permitir que Dios nos transforme es a través de los sacramentos. En los sacramentos, recibimos la gracia de Dios que nos transforma y nos hace más semejantes a Él. El sacramento de la confesión, por ejemplo, nos permite recibir el perdón de Dios y la gracia para cambiar nuestras vidas. El sacramento de la Eucaristía nos alimenta y nos fortalece para seguir el camino de la santidad. Por último, también podemos permitir que Dios nos transforme a través de las pruebas y dificultades de la vida. En momentos de sufrimiento y dolor, podemos acercarnos a Dios y pedirle que nos ayude a crecer y a confiar en Él. El Apóstol Santiago nos enseña en su carta (Santiago 1:2-4) que debemos considerar como gozo el pasar por pruebas, porque estas nos permiten crecer en paciencia y madurez en nuestra fe. En resumen, dejar que Dios nos transforme requiere de una disposición interior a aceptar su voluntad en nuestras vidas, a entregarnos a su amor y misericordia, y a buscar su gracia a través de la oración, los sacramentos y las pruebas de la vida. Bibliografía recomendada: • Catecismo de la Iglesia Católica • San Agustín de Hipona, “Confesiones“ • San Juan de la Cruz, “Subida al Monte Carmelo“ • Henri Nouwen, “El regreso del hijo pródigo“ • San Francisco de Asís, “La Regla“ • Thomas Merton, “El camino hacia la libertad“ • Benedicto XVI, “Jesús de Nazaret“ (particularmente el primer volumen) Ejemplos de santos que permitieron que Dios los transformara: • Santa Teresa de Ávila, quien pasó por una profunda transformación espiritual después de una enfermedad y comenzó a experimentar visiones místicas y un profundo amor por Dios. • San Francisco de Asís, quien abandonó su vida de riqueza y comodidad para seguir a Cristo en la pobreza y la humildad. • San Agustín de Hipona, quien se convirtió después de una vida de pecado y se entregó por completo a la voluntad de Dios, convirtiéndose en uno de los más grandes teólogos y pensadores de la Iglesia. • Santa Teresa de Calcuta, quien se entregó al servicio de los más pobres de los pobres y experimentó la presencia de Dios en su vida de una manera profunda y transformadora. Todos estos santos permitieron que Dios los transformara a través de la oración, los sacramentos y las pruebas de la vida, y se convirtieron en ejemplos de santidad para todos nosotros. En conclusión, dejar que Dios nos transforme requiere de una disposición interior y una búsqueda activa de su gracia y ayuda en nuestras vidas. Al permitir que Dios nos transforme, podemos crecer en santidad y en nuestra relación con Él, convirtiéndonos en verdaderos discípulos de Cristo y en testigos del amor y la misericordia de Dios en el mundo.
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