Para el Ejército ucraniano los sacerdotes rusos son una prioridad, uno de los objetivos más buscados desde el 2014, cuando comenzaron sus ataques contra iglesias y monasterios ortodoxos. Pese al peligro, los intrépidos padres espirituales de los combatientes rusos van al frente, y rezan en las trincheras, en los refugios, en los hospitales y en las iglesias derruidas. A pesar de la destrucción, las misas no se han interrumpido, los restos carbonizados de los templos sirven ahora como altares.
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