En algún momento impreciso de la Edad Media, en algún lugar indeterminado de Europa. Entre espesos bosques se erigía el sólido castillo de Ruk, en él sufría achaques el Conde, preocupado por el incierto futuro de su hija casadera, Alba; mientras tanto, Fray Lupo y Clever, el jefe de la guardia, conspiraban a las espaldas del Conde. Y entre aquellas sólidas paredes también un hombre misterioso, Boecius, elaboraba los ungüentos que habían de sanar al Conde, y experimentaba con alambique y retortas buscando la Piedra Filosofal, y una noche especialmente oscura, pronunció con voz firme una espeluznante invocación. Apenas había terminado de recitar el conjuro cuando en aquella noche oscura llegó el Dragón. Un animal volante y rugiente, con destellos de fuego, que empezó a capturar animales de todas clases. Los aldeanos de Ruk decidieron no pagar sus impuestos hasta que alguien acabara con aquel animal del averno. Éste fue el comie
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