Tuve el gran privilegio de conocer la Sierra del Real antes del gran incendio de 1991. El bosque mezclado de pinos, pinsapos, alcornoques y quejigos generaba emociones abrumadoras. Fue mi lugar predilecto en tanto como mi precario vehículo de entonces pudo permitirme. Perder un monumento como aquel resultó enormemente triste. Treinta años después vuelvo a la zona con el encargo de procurar su mejora. Un nuevo privilegio que me conceden la cuenca del Guadaiza y del rio Verde. Nadie como Rafael Guerrero, quién a sus 95 años aún conserva una lucidez envidiable y una memoria fresca de los modos de vida asociados a la Sierra del Real y su contorno. Es una delicia conversar con él, que comparto aquí con ustedes.
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