Todas las células de nuestro cuerpo tienen un objetivo común: ayudarnos a sobrevivir. No dudan en sacrificarse si es necesario por el bien del individuo. Son altruistas. En cambio, a veces aparece alguna célula con alteraciones genéticas que la vuelven egoísta, maligna, y empieza a multiplicarse sin límite. Se convierte en inmortal, no escucha las señales moleculares de alerta que le envían sus excompañeras y no para hasta que acaba con la vida del individuo. Es el cáncer. Es una enfermedad temible, pero de todas formas el gran conocimiento acumulado en los últimos años abre esperanzas y augura unos tratamientos cada vez más individualizados y eficaces. . Ya no se analiza desde una perspectiva celular sino molecular. Cada vez entendemos mejor los tipos de genes que cuando se alteran conducen a un tumor y los diferentes estadios por los que pasa la enfermedad hasta llegar a la temida metástasis. El conocimiento molecular de la enfermedad es la clave para diseñar formas de luchar contra él.
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