Carmen, Jesús e Iñaki La balada de San Asensio De lunes a sábado, 1977 Con sus guitarras y flautas los juglares van entrando por las afueras del pueblo, pueblo con nombre de santo, el nombre del santo Asensio. “Mira madre, los cantantes, quiero ir a la función“. “¡Ay, hija! tú no te metas que no tienen bendición y sólo tendrás problemas“. Llegando están a la plaza y les llama el alguacil, que les quiere el secretario, que les tiene que decir cuatro cosas sobre el acto. “Habéis de saber -les dice- que aquí nunca pasó nada y que nada va a pasar, pero, sólo por si acaso, refuerzos van a llegar“. Y aún añade el secretario, que tiene la guardia atrás, a los que vienen de afuera y a los que son del lugar, una nueva advertencia: “Si se pasan sus canciones, primero habrá suspensión y luego nos los llevamos a dormir en la prisión, sí, en la prisión de Haro“. Los caciques y sus hombres retiraron los carteles que anunciaban la función, pero muchas de las gentes han ido, igual que yo. Sabes, madre, los cantantes dicen cosas, dicen algo, será que cuentan verdades que molestan con su canto sólo a las autoridades. Que yo sé bien que en el pueblo sí han pasado algunas cosas que valdrá más olvidarlas cuando todos las conozcan para mejor rechazarlas. Con sus guitarras y flautas míralos, madre, partir, a seguir siempre cantando, aunque tengan que dormir, sí, en la prisión de Haro.
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