El pasado martes 13 de junio, Inmaculada, una teleoperadora de 56 años de edad que desempeñaba su actividad en las instalaciones de la empresa Konecta de Madrid, falleció de repente debido a un infarto de miocardio mientras trabajaba. Desde que se produjo su muerte en torno a las 13 horas, hasta las 16 horas, el cadáver permaneció de cuerpo presente en el mismo local de trabajo y en el mismo sitio donde había fallecido, hasta que fue levantado por orden judicial en torno a las 16 horas. Desde las 13 hasta las 15 horas, la empresa no paralizó, en ningún momento, el desarrollo de su actividad ordinaria, y parece ser que algunos de sus “jefecillos” intermedios impidieron cualquier paralización a las trabajadoras bajo la amenaza de represalias. A las horas se había certificado el fallecimiento de la trabajadora. Se han superado todos los límites de la inhumanidad más inimaginables, y rebasado todas las líneas rojas. Hemos consentido todo, y este último episodio es una consecuencia directa de la clase de mundo que hemos construído entre casi todos. #teleoperadora #muerteeneltrabajo #dignidad
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