Negro. Blanco. Blanco que es nieve. Una chica esquía. Un plano general que marca un inicio poco habitual para el cine argentino. La chica es Hooki, una joven rescatista de montaña que vive en un módulo metálico rodeada de sistemas de radares y computadoras. Un paisaje áspero, solitario, con algo de postapocalíptico y con la tecnología como principal sobreviviente y fría compañía. La inactividad sume a Hooki en el tedio, hasta que aparece un pedido de auxilio en una pantalla. Preparación. Comienza el viaje. Rutas, túneles, montañas, el esfuerzo por llegar a un laboratorio solitario. Espacios vacíos que remiten a nuestra imaginación cinéfila de ciencia ficción, que la activan, que la alertan. Pistas, claves, palabras que quizá signifiquen algo y puedan orientar a la protagonista.
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