Europa ha virado de forma radical, forzada por los acontecimientos, con Sánchez como único representante de un pasado en retroceso, mientras a cada elección un nuevo país de la UE, como Suiza, apuesta por la derecha conservadora de forma masiva. Sánchez es un cadáver político con olor a naftalina que va dando sus últimas bocanadas desesperado, agarrado a los pantalones de un prófugo, suplicando siete votos. La escena no solo es patética, es antiestética.
Hide player controls
Hide resume playing