Llevamos defendiéndolo mucho tiempo y, por supuesto, antes del 7 de octubre del presente año: la resistencia no está formada por organizaciones terroristas, sino por los legítimos representantes del pueblo palestino. El hecho de combatir al ocupante, no los convierte en terroristas, sino en los verdaderos defensores de la matria Palestina, aunque sea con el exiguo armamento que puede conseguirse de contrabando o fabricarse dentro de un campo de concentración al aire libre como el de Gaza, hoy convertido en campo de exterminio. El pueblo palestino lleva 75 años “negociando”, comprobando cómo su tierra se reduce, se coloniza, se arrasa, cómo sus originarios habitantes son expulsados…, sin que los garantes del “mundo basado en reglas” hagan o digan nada al respecto. En este momento histórico que atraviesa Palestina, la lucha armada no solo es una opción. Es la única opción posible. Pero en occidente hay una izquierda light, burguesa y postmoderna, que cree superada la época de las luchas guerrilleras de descolonización. Una supuesta izquierda que, adormecida, se deja arrastrar por las corrientes mediáticas unipolares. Y así, una y otra vez, asumen como propio el discurso dominante para no quedarse fuera del tablero político o económico, que las subvenciones oficiales son muy jugosas para ONGs que juegan a ser progres en apariencia, pero que, en realidad, son absolutamente funcionales al orden mundial impuesto desde el Pentágono y Wall Street. A pesar de las más que evidentes diferencias ideológicas de fondo que mantenemos, en ocasiones es necesario confluir con esta falsa izquierda en movilizaciones como las que se organizan estos días contra el genocidio de Gaza. En situaciones como la presente, lo que más importa es aunar, a cuantas más personas y organizaciones sea posible, para mostrar nuestra común repulsa a las masacres cometidas por Occidente en Palestina y tratar de detener cuanto antes este genocidio. Pero en aras de la unidad, a veces hemos tenido que oír salvajadas, como la equiparación entre Israel y la Resistencia, porque ambos “asesinan a civiles”. No se puede ser más hipócrita. También nos ha dolido que intelectuales antiimperialistas de prestigio mundial, hayan sucumbido a las presiones mediáticas y hayan asumido el discurso de que Hamás y el resto de facciones palestinas son terroristas, quizá con la intención de que se les abriesen los micrófonos de canales del mainstream. Sin embargo, muchos sabíamos o intuíamos que todo se trataba, una vez más, de pura propaganda. La acción de Hamás del 7 de octubre se encaminó principalmente a la captura de rehenes y a colocar de nuevo la cuestión palestina en el centro de la diplomacia mundial mediante una demostración de valentía, de ingenio y, por qué no decirlo, de manejo de tecnología de vanguardia. Si en anteriores trueques, la devolución de un soldado apresado se acordó por más de mil prisioneros palestinos, ¿que no podría obtenerse con varios cientos de militares y civiles en poder de la resistencia? De ahí la extrema violencia mostrada por los humillados dirigentes sionistas que, desde entonces actúan como perros rabiosos, movidos por su ansia de venganza. Supervivientes de los kibutzs de los territorios ocupados junto a Gaza, dijeron que el ejército judío disparó indiscriminadamente contra milicianos y sus cautivos. Pero, a pesar de la importancia de sus declaraciones, todo se silenció con un manto de fake news de niños degollados que nadie, salvo el senil de Biden vio, o imágenes de niños carbonizados realizadas con inteligencia artificial. Buena parte del mundo, incluida la izquierdita cobarde, se escandalizó con los inventados crímenes de Hamás. E «Israel» lo usó, como siempre hace, para tratar de aparecer como víctima, en vez de como el verdugo asesino que es. Las voces de la resistencia y de sus partidarios, fueron silenciadas y borradas una vez más, del discurso permitido en el Occidente colectivo. Ya nos pasó en Libia, cuando se inventaron los bombardeos de Gadafi contra su pueblo que jamás existieron, o cuando el episodio de las incubadoras de Kuwait, supuestamente destrozadas por los ejércitos de Sadam Hussein… y tantas otras veces. Pero, casualmente, todas estas operaciones propagandísticas siempre tuvieron credibilidad para grupos pro-derechos humanos, como Amnistía Internacional y otros similares. Su permanente lineamiento con el discurso de la OTAN ha servido tradicionalmente para azuzar guerras y convencer a las personas de convicciones más progresistas que apoyaran las acciones bélicas más condenables, esa ha sido siempre su función y así sigue siendo hoy día. Se quiera o no, asumir el relato imperialista equivale a aprobar en cierta medida lo que viene después, los bombardeos y los genocidios. Seguir leyendo en :
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