Es curiosa la llegada de Boca a la final única de la Copa Libertadores que se jugará en el estadio Maracaná este sábado 4. Será visitante frente al Fluminense, por mucho que se permita la presencia de 20000 hinchas del club. Todo lo exterior será brasileño. Y esto es algo que tendrá que corregir la Conmebol. Con sólo nominar dos estadios alternativos, según cuáles equipos lleguen a la final, podrían solucionarlo. Y no es cuestión de copiar a la UEFA: los europeos no son los dueños de las verdades reveladas. Hay ventaja deportiva con la localía. Pero la verdad, al cabo, se verá sobre el verde césped, como siempre. Se habló y se escribió mucho en los últimos tiempos sobre las dificultades táctico-técnicas del equipo de Jorge Almirón, como antes de los que condujeron Battaglia e Ibarra, tras salida de Miguel Russo. Todos los anteriores lograron títulos, sin embargo. Paradoja que envuelve a Boca por la repercusión que provoca cualquier perfil de su espectro. Es así. La novedad que moviliza críticas y explicaciones ahora es la forma en que arribó a esta final. Empató la serie con Nacional de Montevideo en octavos, con Racing en cuartos y con Palmeiras. En todas las circunstancias pasó por penales. Con el Chiquito Sergio Romero como héroe deportivo. Podrá decirse que es un caso atípico, pero también habrá que comentar que llegó a esas instancias por méritos deportivos y que (coincidencia casi unánime) fue merecedor de la victoria en el juego de los 180 minutos (más adicionales) en los tres enfrentamientos. La pregunta que surge nítida para este enfrentamiento es ¿qué tiene este Boca para torcer la larga demora de 16 años para poder coronar la séptima Copa Libertadores? Por cierto que no le alcanzará con confiar en la seguridad de Chiquito Romero en una definición por penales luego de 120 minutos de juego (habrá alargue). Aun con la falta de Marco Rojo (suspendido) Boca fue logrando una seguridad defensiva con la levantada de Figal y con la buena dupla que estableció con el joven Valentini en la zaga central. El chico (bajó un tanto su rendimiento en los últimos partidos) es buen cabeceador en las dos áreas. Y su disminución tal vez se haya debido a la inminencia de este choque fundamental en el inicio de su carrera. Esto se corrige, claro, Tiene la ventaja de ser zurdo y esto le daría cierta ventaja sobre el paraguayo Valdez (con mayor experiencia) porque de otro modo debería jugar Boca con dos centrales diestros. Los laterales Advíncula y Fabra son internacionales (de Perú y Colombia) y Advíncula ya fue probado como delantero dada su capacidad para proyectarse. Fabra lo hace con menos asiduidad, pero con una calidad indudable. Para el puesto de marcador central Almirón decidió alternar con los dos Fernández, Pol y Equi, quienes empezaron a complementarse. El chico Barco, 19 años, pero de gran técnica y desenfado, ocupa la franja izquierda, pero se suele cerrar como pseudo enganche. Medina que ocupa el sector derecho suele más eficaz cuando se ubica detrás de los delanteros que -sin dudas serán los uruguayos Cavani y Merentiel. La llegada de Edinson Cavani -figura de gran nivel internacional- ya estaría compensada con este arribo a la final para lo que fue buscado, en realidad. Le falta -todavía- recuperar su estirpe de goleador (que la tiene ampliamente en sus pergaminos) mientras que su participación y sacrificio fue creciendo partido a partido. Boca ya tiene un equipo titular. De memoria, diría Coco Basile. Sólo le falta Rojo. Y le quedan como alternativas posibles Benedetto (si está recuperado), Langoni, Janson y Briasco, en la ofensiva; Taborda y Campuzano en la zona media y Blondel y Sarachi en los laterales. Los chicos Anselmini (central) y Saralegui (volante) ya usaron las camisetas titulares. Todo bien. Son nombres, simplemente. Pero Boca tiene una deuda con su rica historia internacional. Y necesitará más que nombres. Tendrá que mostrar voluntad de victoria. Con decisión y dinámica. Ambición, sin temores. Almirón sabe que es su gran oportunidad. Para más información, visitá
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