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Bajo el signo del poeta alemán Hölderlin, cuya obra recitada por el actor Bruno Ganz abre la película, se esboza un extraordinario retrato: Claudio Abbado es avaro en palabras, pero generoso en sus emociones. Solo por esto, el documental ya tiene un inmenso valor: Abbado habla de su enfermedad (en 2001 le operaron de cáncer) y de la revolución que esta prueba supuso en su vida, nos permite compartir un poco su intimidad y habla de su trabajo como director de orquesta. Y lo vemos con 35 años, en 1965, en una extensa entrevista que concedió en Viena cuando acababa de dirigir por primera vez a la Orquesta Filarmónica de Viena en la Primera sinfonía de Brückner. Nos enteramos también de que él y su colega Zubin Mehta cantaron en los coros del Musikverein bajo las direcciones de Bruno Walter, Herbert von Karajan, Hermann Scherchen o Joseph Krips con el único fin de asistir a los ensayos de estos míticos directores.
