Letonia acaba de deportar a un jubilado ruso de 82 años que llevaba casi 60 residiendo en el país, al considerarlo, ahora, “una amenaza para la seguridad nacional”. En efecto, se trata de una historia individual, pero no es un caso aislado, y además ejemplifica bien una política discriminatoria practicada impunemente en el seno de la muy democrática Unión Europea.
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