El Rey ha muerto. Las luces se han apagado. El viaje ha terminado. El público delirante se ha esparcido. El duelo se ha despedido. Tan sólo quedó frente a la tumba fría un viejo amigo; el tío Cratus, que llora en solitario recordando las palabras que escuchó decir a Elvis en su última visita que le efectuó en su lujosa mansión de Graceland: “Me dijo que su vida espiritual no marchaba como debía. Que había dejado a Dios fuera. Que quería recuperar la felicidad espiritual de su juventud. Me pidió que orara p
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