Julio de 1994 representó uno de los momentos de mayor trascendencia en la vida institucional del país. Las elecciones federales para renovar, entre otros cargos, diputados y senadores representó, por primera ocasión, la pérdida de la mayoría calificada en la cámara baja para el entonces partido hegemónico, el PRI. El presidente en turno, Ernesto Zedillo, recibía las primeras señales de agotamiento del modelo político que había imperado desde el triunfo de la Revolución hasta fines del siglo XX.. Los electores enviaron una clara señal al gobierno de aquel entonces, que apenas se recuperaba de una crisis económica sin precedentes como lo fue el llamado “error de diciembre” y de un proceso electoral, el de 1994, manchado por la ejecución del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio. El mensaje que la ciudadanía hizo llegar a Zedillo y su entonces secretario de Gobernación, Francisco Labastida, fue de alerta ante
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