A la emperatriz austríaca le gusta viajar a través de Hungría, donde termina por encontrar demasiado íntimo el afecto, políticamente inestimable, que le brinda el conde Andrassy. Pero bueno, solamente es un pequeño alivio temporal de las muchas frustraciones que le guarda la vida de la corte de Viena. Cuando a Sissi se le diagnostica una infección de tuberculosis probablemente mortal, está a punto de perder la voluntad de vivir al verse abocada a una existencia exiliada en climas recomendados para su recuperación, como la portuguesa Madeira o Grecia. Entonces hace aparición la madre Ludovika de Baviera, que ejerce como remedio psicoterapéutico y cuida tan afectuosamente de su enfermedad como del gusto de la emperatriz por los paseos idílicos. ¿Conseguirá recuperarse los suficiente como para realizar una visita oficial a su marido en Venecia?
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