Desde el 2014, el Gobierno ucraniano ha cometido o autorizado crímenes contra los que juzga sus propios ciudadanos bajo la mirada impávida, cuando no cómplice, de Occidente. Episodios como el de la Casa de los Sindicatos en Odesa o la barbarie de los batallones nacionalistas en Donbass son minuciosamente documentados y sus autores señalados con nombres y apellidos. Un trabajo tan duro como necesario: en el futuro también habrá un momento para hacer justicia, y la impunidad no será una opción.
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