Cuidemos dónde ponemos nuestras esperanzas y sueños, pues corremos el riesgo de que se puedan evaporar. Las Escrituras registran la odisea hedonista de Salomón, para ayudarnos a evitar malgastar nuestras vidas como él lo hizo. Tenemos la opción de aprender de sus errores y decidir el legado que dejaremos en otras vidas cuando nos marchemos. Todos vamos a morir, y el mundo seguirá girando sin nosotros. Debemos aprender a vivir sin degradarnos, sin corrompernos, conscientes del viaje que vamos a hacer cuando regresemos a casa con el Padre. Y cuando lleguemos a la penumbra de nuestro atardecer, debemos enfrentar a la muerte, enteros y vivos.
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