Tres años de estudio para descubrir lo que hizo el Papa Ratzinger con su renuncia especial: indujo a los cardenales a colocarlo en la sede impedida, la alternativa a la sede vacante, donde seguía siendo el único Papa, aunque “prisionero“. Un ingenioso plan anti usurpación para defender a la Iglesia de los poderes fuertes que querían quitarlo del medio y para cismar a sus enemigos de la “mafia de San Gallo“, incluido Bergoglio.
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