La Alemania nazi no fue la única en construir campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial: en Carelia el Gobierno colaboracionista finlandés abrió los suyos, ocupados por prisioneros mayoritariamente eslavos, que vivían en las mismas condiciones deplorables que en los alemanes. Un hecho que hoy se trata de ocultar, cuando no de falsear. En vano, por supuesto: hay pruebas documentales y, sobre todo, aún quedan testigos de aquellos hechos atroces. Y su memoria no flaquea.
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