Aunque la excusa de las etiquetas medioambientales y las restricciones de circulación en base a ellas era mejorar la calidad del aire de las ciudades y reducir las emisiones contaminantes, la realidad es que tras este etiquetado la finalidad principal es achatarrar vehículos viejos y que compremos nuevos... si podemos. Precisamente esta segunda parte es la más escabrosa, porque esconde otra finalidad detrás del etiquetado: reducir el número de vehículos en las carreteras y calles.
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