Vanitas, vanitatis... todo es vanidad. ¡Qué buenas son las críticas para fomentar la rectitud de intención, que nos preguntemos cuál es el fin que se persigue cuando hacemos las cosas! Sólo debe importarnos el parecer del espectador divino: lo demás podrá ser más o menos grato, pero sic transit gloria mundi. A quien no debemos defraudar es al amor de Dios. Como canta el Adeste fideles “A quien así nos ha amado, ¿cómo no devolverle tanto amor?“
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