El cristianismo no se ha edificado sobre el fundamento de una filosofía, o un código de ética o un puñado de doctrinas; la base de nuestra fe, es la tumba vacía. Jesucristo murió por nuestros pecados en la cruz y al tercer día volvió a la casa del Padre, dejándonos una promesa de vida eterna. Jesús dijo: «El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en Él». Seguir los caminos del Señor inserta una coma en nuestra historia, inclusive en el final ‘irreversible’ de la muerte, porque nuestro hogar permanente no está aquí en esta tierra… está donde está Dios.
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