Viniste a vivir a orillas del mar, cuando se sembró una quilla en la arena del puerto de aquel capitán. Con rosarios y arcabuces y lanzas rompieron tu alma de selva, tu vientre de oro y café. Caña, tabaco y escombros de palma te ardieron en más de una hoguera, de cuyos restos salieron tus hijos cargando campanas, banderas. La teja roja, el vitral y la guerra empedrada te hicieron canción. Hasta que llegó el engaño vestido de baile a fundar la nación. Morir es vivir: el veinte de mayo, el machete entre el cuero de una traición. Morir es vivir, y con una medalla dar el gracias canalla, un aplauso y adiós. Morir es vivir, y hacerse extranjero en el patio en que abuelo sembrara un anón. Vivir fue morir. En el treinta se atascó el reloj entre petardos sin mecha y vecinos celosos de tu dimensión. Hasta que al fin, a
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