--¿Es cierto que Piazzolla le dijo que tenía que seguir una carrera solista? --Sí, él me dijo un día: “Mirá, pibe --porque en esa época yo era un pibe--, vos tenés que largarte solo, no tenés que estar más en mi Quinteto“. No me echó, pero me abrió la puerta para que pudiera hacer la mía. Estuve con Astor del '68 al '71. En marzo del 71 salió mi primer disco por la CBS, Mi guitarra, tú y yo. Entonces me pareció ético decirle a Astor que me dedicaba a lo mío, y que dejaba mi puesto para alguien que pudiera aprovecharlo más, dedicarse de lleno a eso. Muchos años más tarde, en el '85, toqué con Piazzolla en Bélgica, en un concierto que él escribió para orquesta sinfónica, bandoneón y guitarra clásica. Ese mismo día estrené mi concierto para guitarra clásica y sinfónica, sugerido por Joaquín Rodrigo, el autor de Concierto de Aranjuez. Desde entonces me identifico mucho con Astor. Dos maestros; dos sentires, un sólo idioma: la música. En “Adios Nonino“, se deja ver el dolor que impulsó a Astor para componerla. Nonino era su papá, la persona que le abrió el mundo de la música. La infancia de Astor fue en Nueva York y ahí, Nonino, ponía tango por placer y en un intento de no perder las raíces argentinas, le regaló a su hijo su primer bandoneón, lo hizo conocer a Gardel e impidió, cuando el Zorzal criollo quiso llevarse al pequeño Astor de gira, que nuestro Piazzolla tomase el vuelo a Medellín, del cual sabemos que terminaría con la vida de Gardel. La historia de “Adiós Nonino“ es la historia del amor de un hijo a un padre y del dolor que provocó su partida.
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