Al Noroeste del continente americano existe una tierra que despierta cada primavera. Una tierra en la que la vegetación de la tundra inicia cada año una carrera para completar su ciclo vital en el poco tiempo que le ofrece la estación cálida. Es el momento en el que el oso grizzly, el más grande del planeta, despierta tras soportar cinco meses de ayuno en el interior de su osera. Seguiremos los pasos de estos plantígrados gigantes en su búsqueda de alimento para reponer el esfuerzo de amamantar a una cría durante todo el periodo de hibernación. El objetivo principal del oso serán los salmones, que retornan al río que les vio nacer para realizar su puesta. Los salmones constituyen el aporte de grasas ideal que necesitan los osos para recuperarse. Pero no sólo esta especie depende de su llegada de los salmones. También el resto de habitantes de Alaska están ligados a la cadena biológica que se origina con su llegada: los lobos marinos permanecen hambrientos hasta que aparecen; y, en caso de que lleguen con retraso, las nutrias pueden convertirse en pasto de las orcas. De la mano de estos peces, que constituyen el auténtico maná de las tierras de Alaska, descubriremos un complejo equilibrio ecológico a la vez que les acompañaremos en su peregrinación remontando el río. Tendrán que vencer obstáculos aparentemente insalvables, como los elevados saltos del río a contracorriente, o sortear el acecho de sus múltiples depredadores. Seremos testigos de la odisea de unos peces impulsados por el imperativo de la reproducción; y descubriremos la multitud de especies que alberga la vida en el límite de los glaciares.
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