Durante los primeros años del cristianismo, la verdadera enseñanza de Jesús quedó recopilada en más de 30 evangelios. Muchos de estos manuscritos pertenecían a la comunidad cristiana gnóstica. En el Concilio de Nicea del año 325, el emperador romano Constantino I “el grande“ decidió que únicamente los evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan eran los que transmitían la enseñanza de Cristo. Los otros evangelios fueron quemados y a sus seguidores, como a los cristianos gnósticos, los lapidaron y masacraron. Sin embargo, un grupo de cristianos gnósticos logró escapar y refugiarse en Armenia. Ahí estuvieron por 500 años. Luego llevaron sus enseñanzas a Bulgaria, donde tomaron fuerza. Posteriormente su influencia llegó al norte de Italia, Alemania, sur de Francia e, incluso, a las Islas Británicas. En torno del año 1000, en el sur el Francia, en la región del Languedoc, la enseñanza gnóstica cristiana se asentó y logró desarrollar la cultura más avanzada de toda la Europa de la época. Socialmente, una de sus particularidades era la igualdad entre el hombre y la mujer.
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