La historia de la estrella Némesis, la supuesta hermana perdida del Sol, empezó a escribirse en los años 80. Cuando un equipo de paleontólogos descubrió que en las últimas extinciones de la Tierra existía un patrón extrañamente perfecto de periodicidad. Parecía que la vida se enfrentaba a un evento de extinción cada 26 millones de años. El hallazgo hizo que científicos de todo el mundo intentaran encontrar una respuesta, pero no había ningún proceso biológico ni geológico que pudiera explicarlo. Estaba claro que la solución se encontraba en el espacio. Y todas las pistas conducían a un mismo lugar. La nube de Oort. Algo, por un proceso desconocido, tenía que perturbar a los cometas que habitaban esa región externa del Sistema Solar cada 26 millones de años. Pero nadie llegó al origen. Hasta que el astrónomo Richard Muller planteó la hipótesis de que el responsable de
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