La fuerza de la División Azul, lo que la hace ostensiblemente azul, no es sólo cómo se crea y cómo se desborda de camisas azules lo que iba a ser inicialmente un cuerpo expedicionario de voluntarios, donde otros grupos políticos podían haber encontrado un camino propio y no supieron o no quisieron hacerlo. Los yugos y las flechas que surgieron espontáneamente de los uniformes divisionarios, constituyen, en realidad, el aglutinante principal de la División Azul, pero representan también un cúmulo de motivaciones genuinamente falangistas y que sólo dentro de la filosofía política que encarnaba la Falange podía ser entendido: desde la lucha contra el comunismo, en una hora crucial para Europa, pasando por la experiencia frentepopulista en aquellas zonas que en la Guerra Civil habían quedado bajo el terror rojo, y donde tantos camaradas habían sido asesinados, hasta el inconformismo hacia el papel que a la Falange le cabía en la formación del nuevo Estado y la recuperación del impulso revolucionario. El pensamiento que subyace detrás de la División Azul es genuinamente falangista, como lo fueron sus proclamas, la memoria de los que lucharon y combatieron en suelo ruso, y una encrucijada en la que la Falange quiso participar, sabiendo que se jugaba también su propio destino como fuerza política.
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