Nadie mejor que el Napoleón de los detectives para aclarar un extraño caso relacionado con seis bustos de yeso del emperador francés. Lo que empieza aparentemente como la diversión de un loco obsesionado con Napoleón I, tal como declara el inspector Lestrade, da un giro dramático cuando Horace Harker, propietario de uno de los bustos destruidos, descubre en la escalinata de su casa el cadáver del mafioso Pietro Venucci. Holmes se hace cargo de la investigación y descubre rápidamente los verdaderos motivos del aparente lunático. La “idée fixe“ por la que, según Watson, el agresor destruye los bustos de Napoleón, resulta ser la búsqueda de una perla negra perteneciente a los Borgia y que el criminal -el malvado Beppo- había escondido en uno de los bustos, tras habérsela robado al príncipe de Colonna.
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