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Una señal que no falla de la desesperación política es cuando tienes que empezar a mentir de manera descarada. Aunque, como todo en la vida, tiene un límite. Esto pasa en Venezuela, en España o en EEUU y cuando entras en esa espiral, empiezas a bordear el ridículo. Le ha pasado a Biden y a su equipo, repitiendo que estaba perfecto de salud, que los evidentes desastres eran casualidades y que iba a ir hasta el final. Quedan horas para que renuncie e intentar en estos meses recuperar la distancia con un Trump cuya campaña, luchador incluido y francotirador con mala suerte, parece diseñada por los guionistas del Equipo A o la Brigada A o de una película de Rambo. En Venezuela está ocurriendo otro tanto, aunque allí la oposición tiene el apoyo que no tiene, por ejemplo, la extrema derecha europea. En algún momento alguien tendrá que explicar por qué a los que les asusta Le Pen, Orban o Abascal, no les asusta María Corina Machado, que es más desvergonzadamente extremista. Nuestro periodismo es posible gracias a nuestros suscriptores. Únete a la República de Público y defiende el periodismo valiente, feminista y de izquierdas: Periodismo, investigación y compromiso para construir un mundo más igualitario. ¡Suscríbete ya a nuestro canal!: Visita: Síguenos en Facebook: Síguenos en Twitter: Síguenos en Instagram: Síguenos en TikTok: @publico_es
